El microrrelato de esta semana nos presenta un ser de costumbres nocturnas. Acompañémosle:
Monsieur le
revenant
Todo
comenzó viendo televisión hasta la medianoche, en uno de esos canales por cable
que sólo pasan películas de terror de bajo presupuesto. Luego vinieron el
desasosiego y los bares de mala muerte, las borracheras vertiginosas y las
cofradías siniestras de la madrugada. Por eso perdí mi trabajo, porque dormía
de día hasta resucitar en la noche, insomne y hambriento.
No
es fácil convertirse en un trasnochador cuando toda la vida has disfrutado del
sol y de los horarios comerciales, pero la noche tiene sus propias leyes y
también sus negocios. Así caí en aquella mafia de hombres decadentes y mujeres
fatales. Malditos sean.
Siempre
regreso temeroso de las primeras luces del alba para desmoronarme en la cama,
donde despierto anochecido y avergonzado sobre vómitos coagulados. Tengo mala
cara. Me veo en el espejo y me provoca llorar. Lo del espejo es mentira. Lo de
los crucifijos también.
(Autor:
Fernando Iwasaki)
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