El duelo
Decidí jugar la última carta: compré una pistola para hacerle frente. De noche, en mi habitación, cara a cara y a pocos pasos el uno del otro, nuestros dedos, con nerviosismo, recorrían las fundas de nuestras armas. Mis gestos eran sus gestos. Su mirada era mi mirada. Entonces, levanté el revólver; le apunté a la frente; jalé del gatillo; pero todo fue en vano, la bala que salió del espejo fue más rápida que la mía.
(Marcial Fernández)
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