domingo, 5 de abril de 2015

   Después de las cornetas, las ráfagas de incienso, las saetas balconadas, la cera en las suelas, la gente y sus vestidos... la vuelta a la rutina, a nuestra pequeña ruta, a nuestros pequeños relatos:

Sherlock

      Quién hubiera imaginado que cada noche a las 12, puntual como el Big Ben, al cerrar la puerta de su dormitorio, se quitaba el traje de hombre tranquilo, se ponía el disfraz de Sherlock, se sumergía en la lectura de una novela policíaca y jugaba a adivinar quién era el asesino, antes de llegar al desenlace de la historia.

                                                                 (Ana Crespo Tudela)

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