La hormiga y la tormenta
Cuando estalla
la tormenta, las hormigas corren a refugiarse en sus hormigueros. A algunas
hormigas, la repentina carrera les hace sonreír, a otras mascullar insultos,
otras simplemente aceptan resignadas el chapuzón y las prisas. Siempre hay una
que prefiere quedarse fuera -las otras la llaman desde la entrada del
hormiguero, con sus voces chillonas y asustadas- y asistir al baile estremecido
de las ramas, los claroscuros dramáticos del cielo y la tierra; al principio le
asusta sentirse tan pequeña, pero luego se acostumbra y más tarde la hormiga
siente que ante el espectáculo grandioso se diluyen las rencillas, los
trasiegos diarios..., y sin esperanzas ni miedo levanta la cabeza hacia las
gotas que caen enormes como planetas.
(Autora:
Ana Pérez Cañamares)
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