Alguien llama
Los aldabonazos produjeron gruesos
sonidos que corrieron torpemente por el castillo, chocando unos con otros,
rebotando en los muros envejecidos de las galerías, golpeando las polvorientas
panoplias del gran salón.
La luz de un candelabro asido por una huesuda mano descendió por la
ancha escalera mientras de algún reloj salían, como murciélagos de una cueva,
una a una, doce campanadas.
Fuera, un perro-lobo ladraba con furia.
En el cielo, oscuras nubes iban tapando una luna creciente de afilados
colmillos. Algún rayo sajaba, de vez en cuando, el luto de la noche.
La vieja condesa descorrió el enorme
cerrojo y abrió la puerta. Un repentino viento apagó las velas del candelabro.
Entonces sonó la voz de un joven:
- Señora, su pizza.
- Ah, menos mal - expresó aliviada la mujer ; se nos fue la luz. Esto solucionará la cena.
- Señora, su pizza.
- Ah, menos mal - expresó aliviada la mujer ; se nos fue la luz. Esto solucionará la cena.
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