Espejismos
El extenuado y
sediento viajero vio que le hermosa mujer del oasis avanzaba hacia él cargando
un ánfora en la que el agua danzaba al ritmo de las caderas.
— ¡Por Alá —gritó —,
dime que esto no es un espejismo!
— No —respondió la
mujer, sonriendo —. El espejismo eres tú.
Y en un parpadeo de
la mujer, el hombre desapareció.
(Autor: José de la Colina)
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