miércoles, 7 de junio de 2017

   En muchas ocasiones, alumnos, padres e incluso profesores nos preguntamos sobre la necesidad o utilidad de lo que se enseña en los centros educativos. Ocurre, sobre todo, con las materias humanísticas: ¿para qué sirve estudiar gramática?, ¿qué se consigue con aprender literatura?, y así.
   He topado con unas palabras de Benigno Delmiro, que bien podrían iluminar un poco este estado de la cuestión. Quiero compartirlo con vosotros/as:

          Podemos saber "el qué enseñar", mas no avanzaremos ni un ápice si no somos capaces de hacer inteligible ante el alumnado la importancia práctica -para su vida cotidiana- de los trabajos de producción, comprensión e interpretación de textos literarios. Es, a no dudarlo, el punto de partida de nuestra actividad docente y se incluye, como responsabilidad añadida, en las tareas del profesor. Nos obliga a tomar arte y parte en el debate -que a menudo salta a las hojas de la prensa diaria- sobre la presunta utilidad o inutilidad de la Literatura. Frente a los que reivindican la defensa de "lo literario" como "bien inútil", en respuesta y mueca irónica ante las sesgadas valoraciones de los que todo lo miden por el rasero del beneficio económico, en nuestras aulas de Lengua y Literatura no podemos quedarnos pasivos. Se trata de convencer a la mayoría del alumnado de que las actividades con textos literarios son útiles para muchas cosas (aunque, a menudo, no verbalicemos lo que pensamos ante el temor de que tales razonamientos se consideren débiles, acríticos o difícilmente cuantificables) como las que siguen: ponen en relación con el mundo de la fantasía y la imaginación, lo que permite adquirir buenas defensas ante el peso de lo cotidiano y evitar que la rutina nos engulla; se constituyen pronto en antídoto del fracaso vital que a todos inevitablemente llega (Ortega,1986); dan infinitas respuestas al absurdo existencial-vital; permiten entender y adaptarse mejor a la desgracia; relativizan nuestra configuración física y psicológica, y la de todos los que nos rodean, distinguiendo las máscaras de la realidad; nos colocan en diversas perspectivas, lo que ayuda a aumentar la capacidad de valoración crítica; ayudan a buscar múltiples sentidos a lo que hacemos; previenen del manejo propagandístico de los medios de comunicación; enseñan el arte de contar cosas como instrumento de comprensión e interpretación del mundo (García Domínguez, 1993); nos permiten sentirnos como persona y "construirnos" como personaje; desarrollan nuestras capacidades analíticas; nos conectan con la cultura como memoria no hereditaria de la colectividad y nos enseñan a relacionar los diversos códigos que confluyen en los textos artísticos; permiten entender la sociedad como conjunto de grupos cuyos intereses están en un conflicto presente en los discursos de cada participante en la estructura social; etc.

                                                       (Benigno Delmiro. "La literatura y la vida")

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