En muchas ocasiones, alumnos, padres e incluso profesores nos preguntamos sobre la necesidad o utilidad de lo que se enseña en los centros educativos. Ocurre, sobre todo, con las materias humanísticas: ¿para qué sirve estudiar gramática?, ¿qué se consigue con aprender literatura?, y así.
He topado con unas palabras de Benigno Delmiro, que bien podrían iluminar un poco este estado de la cuestión. Quiero compartirlo con vosotros/as:
Podemos saber "el
qué enseñar", mas no avanzaremos ni un ápice si no somos
capaces de hacer inteligible ante el alumnado la importancia práctica
-para su vida cotidiana- de los trabajos de producción, comprensión
e interpretación de textos literarios. Es, a no dudarlo, el punto de
partida de nuestra actividad docente y se incluye, como
responsabilidad añadida, en las tareas del profesor. Nos obliga a
tomar arte y parte en el debate -que a menudo salta a las hojas de la
prensa diaria- sobre la presunta utilidad o inutilidad de la
Literatura. Frente a los que reivindican la defensa de "lo
literario" como "bien inútil", en respuesta y mueca
irónica ante las sesgadas valoraciones de los que todo lo miden por
el rasero del beneficio económico, en nuestras aulas de Lengua y
Literatura no podemos quedarnos pasivos. Se trata de convencer a la
mayoría del alumnado de que las actividades con textos literarios
son útiles para muchas cosas (aunque, a menudo, no verbalicemos lo
que pensamos ante el temor de que tales razonamientos se consideren
débiles, acríticos o difícilmente cuantificables) como las que
siguen: ponen en relación con el mundo de la fantasía y la
imaginación, lo que permite adquirir buenas defensas ante el peso de
lo cotidiano y evitar que la rutina nos engulla; se constituyen
pronto en antídoto del fracaso vital que a todos inevitablemente
llega (Ortega,1986); dan infinitas respuestas al absurdo
existencial-vital; permiten entender y adaptarse mejor a la
desgracia; relativizan nuestra configuración física y psicológica,
y la de todos los que nos rodean, distinguiendo las máscaras de la
realidad; nos colocan en diversas perspectivas, lo que ayuda a
aumentar la capacidad de valoración crítica; ayudan a buscar
múltiples sentidos a lo que hacemos; previenen del manejo
propagandístico de los medios de comunicación; enseñan el arte de
contar cosas como instrumento de comprensión e interpretación del
mundo (García Domínguez, 1993); nos permiten sentirnos como persona
y "construirnos" como personaje; desarrollan nuestras
capacidades analíticas; nos conectan con la cultura como memoria no
hereditaria de la colectividad y nos enseñan a relacionar los
diversos códigos que confluyen en los textos artísticos; permiten
entender la sociedad como conjunto de grupos cuyos intereses están
en un conflicto presente en los discursos de cada participante en la
estructura social; etc.
(Benigno Delmiro. "La literatura y la vida")