No haber sido
Carlos
se da prisa por salir del baño, una mano todavía en la cremallera,
pues ha recordado que no han incluido el atún en la lista de la
compra. Abre la puerta y la cruza en un movimiento, grita «¡Eva,
atún!», y va buscándola por el pasillo. Pero Eva ya ha salido, y
sobre todo su casa se parece poco a su casa. La recorre
atropelladamente descubriendo muebles, cortinas, alfombras, cuadros
desconocidos, incluso discos de Bee Gees y Demis Roussos.
Inevitablemente regresa al baño para encontrar, no más de un minuto
después de salir de él, otro espejo, cortinas, azulejos, toallas,
en general todo bastante pastel y tremebundo. El impulso es correr al
dormitorio y buscar una foto en unportarretratos sobre la mesilla de
noche. La cama es pastel, y es Eva en una foto en otro
portarretratos. Eva junto a Lucas, el de gerencia, y una niña en
edad escolar, abrazadísimos, sonrientísimos los tres. La reacción
es arrojarlo, pero su manotazo rabioso no mueve ni aire, y sólo
entonces se da cuenta de que sus pasos ya no hacen ruido, ni su
respiración.
(Julio Quintas)
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